Uno de los aspectos más fascinantes de la obra literaria es la fluidez de sus elementos. Cuando hace años me atrapó el argumento de La hora de las arañas, no imaginaba que terminaría siendo una obra de teatro. A menudo nos sentamos a escribir y aunque la
primera frase contiene el germen de la obra, nos empeñamos en mirar hacia otro lado mientras seguimos escribiendo. Generalmente no lo vemos a primera vista, pero el texto nos lleva a un final inevitable. En el caso de La hora de las arañas, la evolución afectaba incluso al medio en el que terminaría exhibiéndose.

El primer borrador de La hora de las arañas estaba concebido como un cuento, con las características propias del mismo. Veía las escenas con tanta claridad que entendí que me había equivocado de soporte, y que, en realidad, debía ser el guion de un cortometraje. De manera que reduje la carga literaria de las conversaciones, pero no modifiqué el ritmo, que seguía siendo pausado. La idea era colocar y grabar las secuencias desde una única cámara fija. No terminaba de darme cuenta que el destino final sería el teatro.

Gracias a la Muestra de autores de Albacete, convocada por EA Teatro, excelente oportunidad para promover este género literario (aquí me vais a permitir un inciso: la cantera de actores y actrices ya funciona desde hace tiempo y resulta imprescindible
apostar por la creación literaria en una ciudad con una nómina interesante de escritores de narrativa y poesía) y a la confianza de uno de sus directores, Paco Redondo, entré en el fascinante mundo del teatro. Qué diferente es el lenguaje dramático. Enseguida comprobé que los diálogos no funcionaban igual en el escenario que en el papel, tampoco algunas escenas, que exigían más movimiento; debíamos también considerar el uso del escenario, los silencios, la carga existencial de la obra. Me costaba encontrar mis personajes en la piel de los actores, en sus voces, en sus gestos, y, especialmente, justificar la presencia de cualquier elemento, de cualquier interlocutor, como un generador de conflictos.

Se acerca el día del estreno y camino despacio, intentando controlar el miedo y la fascinación del momento, procurando no caer en la tela antes de tiempo y despertar a la araña, al agitar los hilos con mis estériles movimientos.

El autor