Un viejo cómico de reparto, Saturnino Morales, está a punto de morir en un hospital de caridad en los años cincuenta de la larguísima posguerra española.
Este actor, que dedico la mayor parte de su vida a representar en compañías de segunda categoría el papel de Ciutti en la célebre obra de Zorrilla, deseó hacer siempre el papel protagonista, Don Juan. Por ello se prepara ahora para la gira de su vida, ante los mismísimos ángeles, el mejor público que hay según dicen, pues lo aplaude todo y es muy entendido.
En sus últimas horas ensaya el papel ante Sor Inés, la monja que vela su final. Mezcla anécdotas y sucedidos de su vida de cómico en los aconteceres propios del papel de Don Juan, y claro está, de su fiel Ciutti, que le da replica en necesario doblete escénico.

Hay un momento en el que un actor debe preguntarse qué quiere ser, que es, cuando el paso del tiempo y la vida con sus éxitos y fracasos lo ha empujado a sobrevivir aceptando trabajos que nada tienen que ver con su oficio. Quizás yo, como Saturnino,
este buscando mi último aplauso, mi última oportunidad. Regresando al origen, un actor, un escenario y un buen texto. Y soñar con lo que siempre soñé. Ganarme la vida como lo que soy y todo lo demás esta de más.