Me encuentro en un momento de la vida en el que tengo que cuidar a mi madre, y siento que es un privilegio que hay que compartir.

Cuando nuestros mayores son “bebés gigantes”, dependientes y con pañales, inevitablemente los tratamos así, pero he aprendido a jugar con ella, con sus fantasías y, sobre todo, a no olvidar que es adulta, que tiene muchas vivencias que recuerda y cuenta una y otra vez.

Vivencias y recuerdos que se van borrando con el tiempo y que, tal vez en su consciencia, necesita mantener.

Las necesidades de nuestro mayores son muy básicas, alimentación, salud, aseo…pero sobre todo mantener su dignidad como persona y sentir que aún son necesarios para los demás.

Una etapa que a priori parece triste pero que, si aprendemos a respetarlos como se merecen podemos conseguir que sigan divirtiéndose y siendo felices con las cosas más insignificantes.