Mi infancia la pasé en casa mis abuelos, una casa solariega. En esa casa, jugué con mis tíos como si fueran mis hermanos.

Un imaginario marcado por las bestias fantásticas del folclore catalán, como la Pesanta, la tinyosa o las mujeres de agua.

Hablo, a través de mi historia particular, de la pérdida. La pérdida de la inocencia del niño, del imaginario, de casa de los abuelos, de la tía Lidia…

A lo largo de nuestra vida experimentamos muchas pérdidas. Algunas poco importantes, algunas que no olvidemos nunca pero cada una de ellas nos acaban definiendo la persona que somos.

Me centro en mi infancia, porque es un momento de descubrimiento, de imaginación sin límites. A medida que descubrimos que perdemos cosas, ¿los límites de nuestra imaginación se acortan? ¿Necesitamos saber qué es verdad y qué no? Dicen que para poder crear algo antes debes imaginarlo. ¿Debemos volver a nuestro niño para crear cosas genuinas?